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Chircales: Un poema antropológico testimonial

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Patricia Aguilar Chavarría / Publicado en La Ramona

Sobre la trama de lo social y la urdimbre de tiempo-espacio, esta obra fílmica de Marta Rodríguez es un poema antropológico testimonial de la Colombia de los 60, específicamente de un barrio al sur de la ciudad de Bogotá.

La inserción de los cineastas Marta y Jorge (Silva) en el ámbito de Tunjuelito, específicamente en la familia Castañeda, permitió mostrar la cruda situación de las familias desplazadas del campo, escapando de la violencia rural para caer en otra violencia, la de explotación citadina. De la tierra de producción agrícola a la tierra de producción ladrillera fue un cambio, sin cambio.

Al tratarse de un documental de índole social, el compromiso de Marta ante esta situación de explotación se plasma en las tomas que realiza, cuya iconicidad evidencia esa realidad en los planos enteros, especialmente de los niños, que muestran psicológicamente la responsabilidad que han asumido, no por decisión propia. El contrapicado los ensalza en el tremendo esfuerzo que no está a su escala. La película en blanco y negro enfatiza el dramatismo de esas vivencias.

De manera poética, a los pequeños protagonistas se los enfoca en planos de detalle y primerísimos y primer plano que connotan que esos niños y niñas sacrifican su infancia para conseguir unos mendrugos de pan para subsistir. Con pies descalzos, sus pequeñas maños arañan la tierra, sus espaldas se encorvan ante el peso no solo físico. Su futuro está marcado como la de los mayores.

Con un tild up se narra el agotamiento físico y psicológico de esos pies que todavía sostienen al cuerpo estropeado por el esfuerzo físico, las manos laboriosas y maltratadas creadoras de su sustento diario, el rostro surcado por líneas vivenciales indelebles y un paneo que desemboca en el rostro de uno de sus hijos, signo de una esperanza que tal vez sea igual de dura; es esa madre silenciosa que arrastra su vida junto a su numerosa familia.

Escenas brumosas, casi oníricas donde se diluyen los personajes, marcan y recortan esta historia, y al mismo tiempo representan a los que no tienen historia. A través del fondo sonoro estas tomas retornan a la realidad de lo que Marta y Jorge quisieron mostrar.

Todo el cuerpo curtido por el barro, el sol, la lluvia, agobiado por el esfuerzo físico, pero mucho más por la impotencia interior de no poder elegir vivir como ser humano digno. En ese contexto transcurre la vida de estos habitantes. Después de cada agotador día, la limpieza de los rastros de su esfuerzo cotidiano no llega a limpieza de su alma, ya que las huellas de sufrimiento quedan marcadas e indelebles en la profundidad de su ser.

Es constrastante ver el recorrido de la niña vestida de gasa, ante ese escenario rudo y crudo. La blancura y transparencia del vestido etéreo que connota alegría, inocencia, tranquilidad, esperanza y certidumbre está inserta en el entorno áspero, árido, cruel y cotidiano de esas personas sin esperanza. Aquí, el mensaje que la fuerza de la costumbre religiosa impone implica, por un lado, que a la niña la ubica en otra realidad ajena, dándole una pausa ante su cotidianidad abrumadora, y, por el otro, que el esfuerzo físico y material del trabajo arduo se redobla e implica que se sacrifica unos mendrugos de pan para el resto de la familia. No saben si el día de mañana vendrá para ellos, es un devenir cargado de pesadumbre e incertidumbre.

Con ellos convive la compañera infaltable de la enfermedad y la muerte. Un día se tiene algo y al siguiente ya no se está. Vinieron con poco y se van literalmente sin nada, a excepción de esa dura experiencia.

Este documental retrata, como un eco que repercute, la situación lacerante que se vive en otras latitudes, no solo en Latinoamérica, sino en el mundo entero.

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